Hay, Horacio, cosas en el cielo y en la tierra que tu filosofía no puede comprender.
Hamlet
Ash Nazg durbatulûk, ash Nazg gimbatul, ash Nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul

martes, 12 de octubre de 2010

Diosa y Heroina

Dentro de las muchas frases, inquietantes y profundas, que podemos encontrarnos, me dejo detenerme en esta; una frase de la canción Bubulina que compuso Charly García. Dentro de la obra de este músico, podremos encontrar una variedad inmensa de frases y enseñanzas que nos dejarían mucho tiempo pensando. Pero, repito, me detengo aquí:

Diosa y heroína.

La canción Bubulina trata, en resumidas líneas, de una muerte (haciendo alusión al personaje de la historia de Zorba, el Griego) así como puede tranquilamente narrar las ocurrencias y hechos que ha ocasionado algún Ídolo de esos que nos pueden destrozar. Supuestamente, la letra está dedicada a María Rosa Yorio, mujer de Charly por ese entonces (1975).

En el recital de despedida de Sui Generis, la canción Bubulina se presenta por primera vez ante el público, dirigida por la voz de Nito Mestre que pareció darle una mística acústica a una letra de amor y tristeza. García modificará posteriormente la canción en "La Máquina de Hacer Pájaros", para darle un acento más oscuro y denso. Advertimos esa nueva oscuridad cuando en el principio de la canción, las notas emanan del órgano eléctrico que, a su vez, reemplaza la furia de la batería de Juan Rodriguez en el recital que se dio en el Luna Park el 6 de Septiembre de 1975.

Podemos observar, entonces, una atmósfera agobiante y un dolor que parece no cicatrizar, una herida que no cura el tiempo. Estas heridas siempre son producidas por cosas o seres muy poderosos y es aquí donde comienza la subjetividad casi absoluta. Muchas veces, el poder que adquieren ciertos seres o ciertas cosas es otorgado por nuestro propio ser. Nosotros, en base a ciertos puntos y atributos que encontramos, fabricamos lentamente un Ídolo o un Dios; nuestra visión, claro está, está imbuida constantemente por nuestra imaginación y nuestra poderosa esperanza. Pero olvidamos que ese ser al que hacemos un Dios no es más que otro y que vive también la miseria que circula por la senda de la humanidad. Cada persona, contiene un pequeño poeta que ansía salir a embellecer lo que es ruin y pobre, porque el humano sin esperanza es un hombre muerto. Entonces, ese pequeño poeta maneja las manivelas de nuestra imaginación (uno de nuestros más ricos recursos) tergiversando, muchas veces, nuestra percepción de las cosas y creando una Nueva Vista, que no muchos podrán ver o entender.

Tanto las Religiones como las Mitologías construyeron uno o más Dioses a los que le atribuyen el honor de la creación total. En el principio de los tiempos, el hombre quizá haya buscado delegar la penosa búsqueda del Principio, "echándole"esa responsabilidad a seres que todo lo pueden. Lo mismo sucede con estos Ídolos que maquinamos; estos en parte tendrán la culpa de nuestra desdicha y en ellos encontraremos la esperanza que buscamos.
En la canción, Bubulina muere, dejándole al protagonista un dolor inefable, una tribulación que lo fatigará por el resto de su condenada vida. Y es ahí cuando decide otorgarle la responsabilidad al Ídolo (nosotros no podemos determinar quién ha sido el responsable):

"Máscara de Luna
esa puerta no debiste abrir, pero ya abierta es tan real."

Pero el protagonista, pese a haber sufrido esta derrota sobrecogedora, conserva aún su esperanza:
"Para hacer esta armonía es preciso un nuevo ser,
capaz de nacer mil veces sin crecer"

Desde su plano de músico, el dolor lo va derruyendo y ya no puede ver más, el mundo se ha vuelto demasiado tenebroso y abstruso ("cuatro notas separadas, y la oscuridad total"). Y la canción marcha y marcha... Sin embargo, ya abocados al final, podemos advertir que la carga abrumadora de la melodía obtiene una especie de climax o de expulsión de una fuerza ocultada al momento en que Charly dice "Diosa y Heroína".

Y ahí es cuando el dolor se quiebra, cuando pese a todo lo sufrido, el protagonista no puede olvidar quien fue esta mujer, esta Diosa Fastuosa. Nosotros siempre estamos creando ídolos para darnos un grano más de esperanza contra este mundo en ruinas, contra una oscuridad que avanza a paso incesante dentro de nosotros. Entonces, preparamos una suerte de ejército que combatirá este batallón de tinieblas y Soledad. El Dios o el Héroe se puede debatir entre este ejército y derrotarlo. La última oración es una pobre víctima de una mentira atroz; nuestro Héroe podrá resistir el ataque en el campo de batalla para que esas alimañas no asedien lo más íntimo de nuestro ser, pero, esta resistencia será efímera y su espada se terminará quebrando. Pero el humano no puede consentir esto; hemos crecido con la idea de que algún día llegará un Héroe que nos liberará de todas nuestras miserias. Es ahí cuando nos abocamos al Dios y olvidamos la imparable batalla que se cierne todos los días en nuestro ser. Ese Ser Majestuoso tiene, seguramente, la llave para acceder a lugares idílicos y fantaseosos. Es la Promesa, la utópica promesa de que la esperanza se concreta y, que la felicidad dejará de existir solo en pequeños atisbos, como jirones de nubes que se desintegran con una ráfaga de viento. Sí, seremos liberados de la ruin miseria que nos atañe día a día, casi seremos liberados de la condena de ser un humano. Pero esta mentira no se puede sostener por demasiado tiempo, toda burbuja deberá estallar. Y, cuando creíamos que las pegajosas aguas del mar del cotidiano hastío se evaporaban y que la Guerra estaba ganada, nuestro Héroe no cumple su promesa o, dramáticamente, muere. El desasosiego del ser humano, fiel proyector de ilusiones redentoras, se extingue ¡Todo en lo que creyó ha muerto! Entonces, miramos atónitos como se desmorona nuestra tierna muralla, la que nos separaba de la oscuridad. Y cuando volvemos a los campos de batalla, comprendemos que abusamos de nuestra confianzuda esperanza y que las hordas temerarias ya han avanzado demasiado.

Normalmente se produce, en ese entonces, lo que me gusta llamar "pena del alma" que consiste en un dolor concreto y a su vez, abstracto en el corazón. Un malestar, un peso inenarrable en ese órgano (donde habita el alma, según los rumores) que nos tira para abajo, que paraliza nuestra mente y que debilita nuestro ser. Mas, nuestro pequeño poeta, colmado de amor y de buenaventura, levanta la cabeza en la hecatombe y se manifiesta. En algunas personas, el pequeño poeta llama con un atronador cuerno a la música, a las imágenes o a las letras, por dar un ejemplo artístico. Lo cierto es que la esperanza parece perenne y que si bien comprendemos nuestra desdicha, la aceptamos (hasta cierto punto) y la llevamos adelante, para que la batalla no esté perdida.

Entonces, retrotrayéndome a la canción de García, el protagonista acepta lo que fue esa mujer, esa Diosa y Heroína y entiende que su instante de Diosa es eterno y que quedará congelado en los márgenes del tiempo. Por eso prefiere la ida de esta Heroína antes que su muerte (imaginen la magnitud de una muerte semejante).

Con dolor, con aceptación, con valentía, enuncia los últimos versos de su canción, con una fuerza y una emoción terribles:
Diosa y Heroína
dejame la llave antes de ir
no esperes a la muerte aquí.

Para concluir esta reflexión, yo me pregunto: ¿No será esa Heroína nuestra llave a la felicidad? Si así fuese, ¿No nos conformaríamos con la defragmentación de la Diosa, de manera que perdiendo poder, pudiese seguir siendo nuestra fiel llave? Sin embargo, muchas serían las incongruencias al aceptar esas preguntas; la Diosa es la llave, no el humano común.
Quizá, la Diosa sea una representación sutil de la verdadera Llave, esa que le da sentido a la vida y de la cual, la esperanza funciona.