Hay, Horacio, cosas en el cielo y en la tierra que tu filosofía no puede comprender.
Hamlet
Ash Nazg durbatulûk, ash Nazg gimbatul, ash Nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul

lunes, 1 de octubre de 2012

El insecto y la cucaracha

-Te voy a matar, maldita cucaracha. Sí, te voy a aplastar, voy a mostrarte la magna configuración de la suela de mi zapato. Oh, pequeño insecto, vas a morir rápidamente. Vas a exprimirte, cada víscera de tu cuerpo sufrirá una liquidación extraordinaria. Vas a ser una mancha oscura en el firmamento de la baldosa. Y luego, limpiaré el suelo y caerás en el olvido. Voy a matarte porque sos fea, sos ra
ra, irreverentemente incomprensible ¿Cómo puedo entenderte? Además, sos de colores oscuros, tu cuerpo es viscoso. Me das asco. Voy a matarte porque sos distinta, primero te haré sufrir con el letargo del veneno y, luego, tus semejantes te aislarán porque llevas la marca de la muerte. Finalmente te mataré. Por fea nada más. No es que me hayas hecho daño, pero no puedo convivir contigo en mi casa, no puedes entrar así como así por las grietas de mi propiedad privada y llevarte MIS migas y MIS azúcares. Quién te crees, cómo para robarme. No, este espacio es suficientemente pequeño como para que podamos convivir. Ni tú ni tu asquerosa familia. Todos deben morir para que yo viva cómodo. C’est la vie, mon arthropode.

Así fue, la cucaracha agonizó y murió.

-Bien hecho, hijo mío-lo felicitó la madre con lágrimas en los ojos- ya eres todo un ser humano.


ya ni sé con qué nombre pongo que es mío, bueno, es de mi autoría (Matt Mattson), por si pregunta la AFIP o SADAIC.