Hay, Horacio, cosas en el cielo y en la tierra que tu filosofía no puede comprender.
Hamlet
Ash Nazg durbatulûk, ash Nazg gimbatul, ash Nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul

sábado, 14 de noviembre de 2009

La Burbuja

La versión definitiva se suprimió por razones desconocidas y como muchos sabrán, es imposible restaurar exactamente lo escrito anteriormente. Dejo la antiquísima primera versión. Notarán que este esbozo de cuento se presenta peor redactado, más estrepitoso, menos interesante, pero más necesario. Como toda cosa que tiene dos lados, este es el segundo lado del cuento anterior (Instante Juego Y Consecuencia). Los dos lados (concepto practicamente universal) pueden definirse como blanco o negro, desesperanza o esperanza, etc.

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Simplemente quise escribir eso. Porque a veces es mejor vivir en un mundo imaginario que en la cruda realidad. El problema del mundo imaginario es que una vez que se sale afrontar la realidad es mucho más cruel y hasta llega el momento donde nos abandonamos a nuestra imaginación.

No sé si quiero que se acabe el tormento. No sé si quiero que se acabe el éxtasis. Solo sé que es un momento divino, una sensación ajena en mi propio mundo… ¿Qué podemos hacer ante una situación desconocida? La mayoría le teme a los cambios, más si son cambios que uno no sabe o no está preparado, irónico en estos tiempos. Y sin embargo ahora solo hay un vacío, un lugar donde el cielo y el infierno se mezclan, donde la alegría y tristeza son una y donde yo no puedo tomar decisiones pues no estoy preparado para sus consecuencias.

En mi opinión las fotografías que uno plasma en su mente, son mejores que las materiales, ya que las primeras tienen una emoción única, un único portal al anhelado pasado. Cuando me sumerjo en las junglas intrigantes de mi memoria la veo posando, veo su figura que inspira ternura y amor, a la vez que un angustioso sentimiento de impotencia en mi visión de futuro fracaso e imposible ganancia. Dicen que los imposibles no existen, pero las utopías si. El frío glacial de la noche, una de las más frías del año, congelaba mi ser, aunque mi esperanza servía para revivir mi entumecido cuerpo. Esperé por lo largo del día, esperándola en la parada del colectivo, hasta que llegó. Sus rizos negros se movían de aquí para allá, su cara, considerada infamemente aborrecible para la humanidad era para mí una aproximación a una belleza divina. Su rostro mostraba una mirada comprensiva, tranquilizadora, incluso hasta maternal. Si bien había ensayado mis palabras, me sentí terriblemente nervioso al saludarla. Mis piernas comenzaron a temblar. Respondió con un simpático “Hola, ¿Cómo andas? Te cortaste el pelo ¿No? Me gusta cómo te queda” ¡Oh mi estimado lector, qué curioso que tan simple frase denotara ese bochornoso liquido de irrisoria felicidad en mi ser! Pero esa efímera visita al paraíso duró apenas unos segundos y se desvaneció cual silueta de humo perdida en ráfagas veloces pues el ser humano, ambicioso de naturaleza, anhela lo imposible, lo desafiante, todo lo que carece. Charlamos un largo rato, reímos y tuvimos un buen momento. Un vago sentimiento de felicidad se posó sobre mí, una felicidad ciega que no conocía el decurso del porvenir. El amor es el segundo y el escape de la marea cotidiana, escalar una montaña y en su cima lamentar la imposible bajada hasta que las alas nos crezcan y escapemos de la hundida nostalgia. La luna asomaba su demacrada silueta de cráteres y plazas sin gravedad.



-Che, mira- le dice el chofer a su amigo- Juraría que ese tipo lleva más de media hora hablando solo.


Agosto 2009

viernes, 13 de noviembre de 2009

One Second

"No ha habido entre los hombres invención más funesta que la del dinero. El dinero devasta las ciudades, desquicia a los hombres de su casa, el dinero seduce y pervierte los buenos sentimientos, disponiéndolos para todo hecho punible; el dinero enseñó a los hombres a valerse de todos los medios y a ingeniarse para cometer toda clase de impiedad"
Creonte; Antígona (Sofocles)

Un segundo, un ínfimo detalle de tiempo transcurrimos en la Tierra, una espaciosa eternidad augura la muerte que revolotea por ahí. Y terminó esa vida efímera y desaparecimos. Así como el griego creía, la inmortalidad se obtiene acaso mediante el recuerdo colectivo (o de una sola persona). Pues bien, la grandeza no distingue entre el bien y el mal, entre lo que nosotros creemos bien y mal, por que los hombres tienen una determinada misión en este mundo y aquellos que logren la grandeza serán cegados de manera que el bien y el mal hayan quedado en una línea de límite extraña y perdida en el horizonte. El dinero es uno de los bienes más efímeros que tiene el hombre, pero alguna perversa obra teatral confunde constantemente a estos mortales y los hace incasiables de ese papel dominante. Pútridos movimientos ocultos se refugian bajo un telón invisible y una vida de títeres y marionetas es el argumento de esta obra. Quiénes profanen ese trémulo guión serán sutílmente sofocados en una caldera de prejuicios y una discriminación inconcebible. Así es la vida de hoy, un segundo...

"Pan y circo para el pueblo"
Nerón

Noviembre 2009

lunes, 2 de noviembre de 2009

Instante, juego y consecuencia

Un soleado 26 de febrero, un gigantesco vikingo perecía en el puente de Stamford saboreando la sangre y el final de su epopeya, un ejército godo saqueaba y profanaba un monasterio enclavado en las costas del Danubio, un griego afirmaba que la poesía inequívocamente es “una cosa alada, sagrada y liviana”, un soldado nipón derribaba en el abismo de la penumbra a un cazador estadounidense, un pálido guerrero sajón degollaba a un picto que frustradamente veía el avenimiento de una tormenta que marcaría un fin promulgado al infinito, un alemán profesaba magistralmente astrología en Bohemia, un poeta borroso de un reino olvidado en un lenguaje irrisorio perpetraba acaso, el mejor poema existente por ende imposible de juzgar, Mariano, un simple porteño, añadía una incalculable definición a una cargada página del diccionario. Todas esas afirmaciones son verídicas; el tiempo, es baladí.

Mariano recorría un suburbio de su querida ciudad. La melancolía era protagonista en aquel gris día del cual Mariano tiene un vago recuerdo (no por falta de memoria, sino por motivos profundamente íntimos). Sentado en un pequeño banco de una plazoleta buscando una paz que sabía ancestral, sus ojos se encontraron con los de una muchacha de piel pálida, de oscuro pelo, de altivo paso, de un rostro imposible. Más que ese rostro soñado, lo cautivó su mística aura que la envolvía en una melodía incesante y hermosa, un estrepitoso éxtasis.

Un acto irrefutable continúa el relato; Mariano se puso de pie y su sombra, su eterna y fiel compañera diurna, se precipitó a la muchacha. Con una excusa ridícula y una presentación inconcebible averiguó que se llamaba María, que sus años eran prescindibles y que momentáneamente estaba perdido en la inmensa laguna de sus ojos, en un bote que perduraba en la tranquila corriente, solo movida por corrientes interiores, intensas y harto poderosas. Decidió que la visitaría en sus clases en una facultad de una materia fascinante e innombrable. “A la efímera ilusión en un transfondo ilusorio, lo procede una tristeza inacabable, la frustración y luego, una felicidad estúpida”; esa fue la angustiosa frase en la que concluyó un día inacabable de Mariano, pues aquella muchacha extraña no era la misma María que anteriormente contempló. “La muchacha de hoy seguramente ni se llamaba María, era apenas un apodo que ocultaba un nombre profundo, como una máscara que la ocultaba a su verdadero yo, que lo protegía de un terrible demonio que merodea las calles incesantemente, cuyo nombre aquí sería imperdonable.” Se decía en un extraño pero real monólogo.

Ha pasado mucho, demasiado tiempo de esos días infames, de un amor dulce y pegajoso que es un menester del alma, la cual anhela un equilibrio constante, que requiere una vida. Mariano añadió al diccionario la palabra “Mirar” cuyo significado yace frío e inhumano; Mariano le confirió una vida y sentido al verbo de vocales y consonantes memoriosos y valorables, pues le transmitió sus conclusiones a María, comprobó en ella un alma incomprendida refugiada en un cuerpo que se defendía, alguien con quien hablar de imprescindibles temas que sus ofuscadas orejas recibían como una melodía incluso más perfecta y simétrica que la anterior. El joven renacía una y otra vez, su sueño que la sociedad mediocremente había mal interpretado, era saciado en un manantial virgen y cristalino. Creo que vanidosamente lo llamaban Comprensión al manantial dicho. Pues María era una obra literaria, la literatura era un sueño transmitido y Mariano terminó viviendo el instante.


Noviembre 2009