Hay, Horacio, cosas en el cielo y en la tierra que tu filosofía no puede comprender.
Hamlet
Ash Nazg durbatulûk, ash Nazg gimbatul, ash Nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul

martes, 18 de septiembre de 2012

Lo que dice la lluvia

Indispensable escucharla con http://www.youtube.com/watch?v=Llni1Dn-f4U


 
"[...] En su caminar, los sorprendió la lluvia. Llueve, y no sólo llueve, llueve el alma; nos embarga una melancolía tanguera, un sentimiento de extraña felicidad contrapuesta, una pura sensación de pasividad cual habitante del ojo del huracán. Es extraño, pero la lluvia es un impermeable refugio. Mientras la gente corría a proteger sus secos horizontes, ellos danzaban al compás de las ninfas y de los sátiros que caían, bailarines, en cada gota. De repente la ciudad se desdibujó en el agua y ya nadie caminó por esos senderos, salvo los dos jóvenes.

La calle fue río, las lámparas, faroles, los autos fueron botes, las hojas del último invierno se elevaron por entre el ocasional brazo de agua.  Ellos flotaban, nadaban, o simplemente reían; qué más harían ante el eclipse de todos sus problemas. En aquella tarde gris, cada cosa de color adquiría una profunda vida, cada árbol era tan verde como un bosque entero, cada tierra que brotaba de entre las baldosas, cada pasto rebelde emanando de entre las grietas eran un paisaje magnánimo. Irrumpía súbitamente ese olor a lluvia, ese exhalar vegetal lleno de esperanzas. Una suave brisa acariciaba sus rostros dulcemente.

Un bote en forma de cisne acudió a su encuentro. Se subieron, primero ella, luego él. Él con su galera y ella con su abanico. Estaban empapados, irresponsablemente desarreglados.  Pero claro, no existía responsabilidad, si la sociedad era algo totalmente lejano. Por entre los balcones se escuchaban lejanos ecos de las familias reuniéndose bajo el abrigo de alguna manta o algún fuego. Por otro balcón, comenzó a emanar una música. Era Chopin. En peculiar simetría, por cada casa por las que transitaba el bote, sonaban los siguientes segundos de la canción que escuchaban. Cada calle les brindaba una canción diferente, y así se sucedieron en el caer de la nublada tarde, las baladas de Chopin, el danubio de Strauss, sonetos de Mozart, valses de Tchaicovsky. Música sin palabras, porque ¿Cómo habrían de necesitarse palabras? Ellos no dijeron nada, el reflejo de ella en sus ojos, y el de él en los suyos era suficiente. Las gotas se sucedían y hacían un eco en el agua, chapoteándo con una risa y una figura diferente. Les llegaron las fragancias del jacarandá, de las violetas y de los jazmines, recibiéndolos a su encuentro. Los nuevos parajes por donde se asomaban eran cada vez más floridos.

Sin advertirlo, se internaron en lo profundo de un bosque y llegaron hasta los palacios de los elfos. Recién notaron su nuevo paradero al encallar con el muelle de plata. Y así fueron recibidos con honores y juegos por los saltarines seres arbóreos, hasta que sintieron que su destino estaba en seguir errando por la mar.
Cayó el Sol por algún lugar fuera de los árboles y aconteció la Luna, curando las heridas de las estrellas, inundando a la tierra de plateado. Cada cosa adquiría un brillo especial, la noche nos refleja en nuestras formas más auténticas. Cada rama les mostraba pequeñas gotas discurriendo por sus brazos hasta llegar a la hoja y dejarse bañar por el pálido brillo de la luna y las estrellas. Una vez llena de ese goce, se soltaba felizmente al abrazo del mar, para morir lentamente y nacer infinitas veces más.

Quién sabe por cuánto tiempo más llovió, pero el fiel cisne los seguía guiando, sin rumbo, por los noctámbulos confines del bosque. Lentamente fueron apareciendo antiguos faroles y decorados puentes de piedra. Cada tanto se advertía el sonar de algunas tranquilas canciones en un idioma que paulatinamente fueron conociendo. Era francés.

Hasta que en un momento cesó la música porque ya tampoco hacía falta. . En la oscuridad del sumergido mundo, dejaron atrás la oscuridad de las cárceles y se abrazaron a la luz que irradiaba el uno del otro. Fueron lluvia y fueron todo y nadie sabe más de ellos salvo la Luna en su trono cósmico y las flores que él le obsequió."

Saitam Zeravla