Hay, Horacio, cosas en el cielo y en la tierra que tu filosofía no puede comprender.
Hamlet
Ash Nazg durbatulûk, ash Nazg gimbatul, ash Nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul

domingo, 27 de diciembre de 2009

De zoologías y dimensiones

"De vez en cuando le echaba un vistazo. Tiene lindas piernas. Todavía no trabaja automáticamente, así que se fatiga. Además es inquieta, nerviosa. Creo que mi jerarquía (pobre, inexperta) la cohibe un poco. Cuando dice "Señor Santomé", siempre pestañea. No es una presiosura. Bueno, sonríe pasablemente. Algo es algo."
La Tregua (Mario Benedetti)


No hay en la ciencia, en el dinero ni en la inteligencia superior mayor fuerza que la cápsula arbórea de ese sentimiento vago que reconforta como extigue mundos. Creo que todos saben a que me refiero, sin más rodeos.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La Burbuja

La versión definitiva se suprimió por razones desconocidas y como muchos sabrán, es imposible restaurar exactamente lo escrito anteriormente. Dejo la antiquísima primera versión. Notarán que este esbozo de cuento se presenta peor redactado, más estrepitoso, menos interesante, pero más necesario. Como toda cosa que tiene dos lados, este es el segundo lado del cuento anterior (Instante Juego Y Consecuencia). Los dos lados (concepto practicamente universal) pueden definirse como blanco o negro, desesperanza o esperanza, etc.

-->
Simplemente quise escribir eso. Porque a veces es mejor vivir en un mundo imaginario que en la cruda realidad. El problema del mundo imaginario es que una vez que se sale afrontar la realidad es mucho más cruel y hasta llega el momento donde nos abandonamos a nuestra imaginación.

No sé si quiero que se acabe el tormento. No sé si quiero que se acabe el éxtasis. Solo sé que es un momento divino, una sensación ajena en mi propio mundo… ¿Qué podemos hacer ante una situación desconocida? La mayoría le teme a los cambios, más si son cambios que uno no sabe o no está preparado, irónico en estos tiempos. Y sin embargo ahora solo hay un vacío, un lugar donde el cielo y el infierno se mezclan, donde la alegría y tristeza son una y donde yo no puedo tomar decisiones pues no estoy preparado para sus consecuencias.

En mi opinión las fotografías que uno plasma en su mente, son mejores que las materiales, ya que las primeras tienen una emoción única, un único portal al anhelado pasado. Cuando me sumerjo en las junglas intrigantes de mi memoria la veo posando, veo su figura que inspira ternura y amor, a la vez que un angustioso sentimiento de impotencia en mi visión de futuro fracaso e imposible ganancia. Dicen que los imposibles no existen, pero las utopías si. El frío glacial de la noche, una de las más frías del año, congelaba mi ser, aunque mi esperanza servía para revivir mi entumecido cuerpo. Esperé por lo largo del día, esperándola en la parada del colectivo, hasta que llegó. Sus rizos negros se movían de aquí para allá, su cara, considerada infamemente aborrecible para la humanidad era para mí una aproximación a una belleza divina. Su rostro mostraba una mirada comprensiva, tranquilizadora, incluso hasta maternal. Si bien había ensayado mis palabras, me sentí terriblemente nervioso al saludarla. Mis piernas comenzaron a temblar. Respondió con un simpático “Hola, ¿Cómo andas? Te cortaste el pelo ¿No? Me gusta cómo te queda” ¡Oh mi estimado lector, qué curioso que tan simple frase denotara ese bochornoso liquido de irrisoria felicidad en mi ser! Pero esa efímera visita al paraíso duró apenas unos segundos y se desvaneció cual silueta de humo perdida en ráfagas veloces pues el ser humano, ambicioso de naturaleza, anhela lo imposible, lo desafiante, todo lo que carece. Charlamos un largo rato, reímos y tuvimos un buen momento. Un vago sentimiento de felicidad se posó sobre mí, una felicidad ciega que no conocía el decurso del porvenir. El amor es el segundo y el escape de la marea cotidiana, escalar una montaña y en su cima lamentar la imposible bajada hasta que las alas nos crezcan y escapemos de la hundida nostalgia. La luna asomaba su demacrada silueta de cráteres y plazas sin gravedad.



-Che, mira- le dice el chofer a su amigo- Juraría que ese tipo lleva más de media hora hablando solo.


Agosto 2009

viernes, 13 de noviembre de 2009

One Second

"No ha habido entre los hombres invención más funesta que la del dinero. El dinero devasta las ciudades, desquicia a los hombres de su casa, el dinero seduce y pervierte los buenos sentimientos, disponiéndolos para todo hecho punible; el dinero enseñó a los hombres a valerse de todos los medios y a ingeniarse para cometer toda clase de impiedad"
Creonte; Antígona (Sofocles)

Un segundo, un ínfimo detalle de tiempo transcurrimos en la Tierra, una espaciosa eternidad augura la muerte que revolotea por ahí. Y terminó esa vida efímera y desaparecimos. Así como el griego creía, la inmortalidad se obtiene acaso mediante el recuerdo colectivo (o de una sola persona). Pues bien, la grandeza no distingue entre el bien y el mal, entre lo que nosotros creemos bien y mal, por que los hombres tienen una determinada misión en este mundo y aquellos que logren la grandeza serán cegados de manera que el bien y el mal hayan quedado en una línea de límite extraña y perdida en el horizonte. El dinero es uno de los bienes más efímeros que tiene el hombre, pero alguna perversa obra teatral confunde constantemente a estos mortales y los hace incasiables de ese papel dominante. Pútridos movimientos ocultos se refugian bajo un telón invisible y una vida de títeres y marionetas es el argumento de esta obra. Quiénes profanen ese trémulo guión serán sutílmente sofocados en una caldera de prejuicios y una discriminación inconcebible. Así es la vida de hoy, un segundo...

"Pan y circo para el pueblo"
Nerón

Noviembre 2009

lunes, 2 de noviembre de 2009

Instante, juego y consecuencia

Un soleado 26 de febrero, un gigantesco vikingo perecía en el puente de Stamford saboreando la sangre y el final de su epopeya, un ejército godo saqueaba y profanaba un monasterio enclavado en las costas del Danubio, un griego afirmaba que la poesía inequívocamente es “una cosa alada, sagrada y liviana”, un soldado nipón derribaba en el abismo de la penumbra a un cazador estadounidense, un pálido guerrero sajón degollaba a un picto que frustradamente veía el avenimiento de una tormenta que marcaría un fin promulgado al infinito, un alemán profesaba magistralmente astrología en Bohemia, un poeta borroso de un reino olvidado en un lenguaje irrisorio perpetraba acaso, el mejor poema existente por ende imposible de juzgar, Mariano, un simple porteño, añadía una incalculable definición a una cargada página del diccionario. Todas esas afirmaciones son verídicas; el tiempo, es baladí.

Mariano recorría un suburbio de su querida ciudad. La melancolía era protagonista en aquel gris día del cual Mariano tiene un vago recuerdo (no por falta de memoria, sino por motivos profundamente íntimos). Sentado en un pequeño banco de una plazoleta buscando una paz que sabía ancestral, sus ojos se encontraron con los de una muchacha de piel pálida, de oscuro pelo, de altivo paso, de un rostro imposible. Más que ese rostro soñado, lo cautivó su mística aura que la envolvía en una melodía incesante y hermosa, un estrepitoso éxtasis.

Un acto irrefutable continúa el relato; Mariano se puso de pie y su sombra, su eterna y fiel compañera diurna, se precipitó a la muchacha. Con una excusa ridícula y una presentación inconcebible averiguó que se llamaba María, que sus años eran prescindibles y que momentáneamente estaba perdido en la inmensa laguna de sus ojos, en un bote que perduraba en la tranquila corriente, solo movida por corrientes interiores, intensas y harto poderosas. Decidió que la visitaría en sus clases en una facultad de una materia fascinante e innombrable. “A la efímera ilusión en un transfondo ilusorio, lo procede una tristeza inacabable, la frustración y luego, una felicidad estúpida”; esa fue la angustiosa frase en la que concluyó un día inacabable de Mariano, pues aquella muchacha extraña no era la misma María que anteriormente contempló. “La muchacha de hoy seguramente ni se llamaba María, era apenas un apodo que ocultaba un nombre profundo, como una máscara que la ocultaba a su verdadero yo, que lo protegía de un terrible demonio que merodea las calles incesantemente, cuyo nombre aquí sería imperdonable.” Se decía en un extraño pero real monólogo.

Ha pasado mucho, demasiado tiempo de esos días infames, de un amor dulce y pegajoso que es un menester del alma, la cual anhela un equilibrio constante, que requiere una vida. Mariano añadió al diccionario la palabra “Mirar” cuyo significado yace frío e inhumano; Mariano le confirió una vida y sentido al verbo de vocales y consonantes memoriosos y valorables, pues le transmitió sus conclusiones a María, comprobó en ella un alma incomprendida refugiada en un cuerpo que se defendía, alguien con quien hablar de imprescindibles temas que sus ofuscadas orejas recibían como una melodía incluso más perfecta y simétrica que la anterior. El joven renacía una y otra vez, su sueño que la sociedad mediocremente había mal interpretado, era saciado en un manantial virgen y cristalino. Creo que vanidosamente lo llamaban Comprensión al manantial dicho. Pues María era una obra literaria, la literatura era un sueño transmitido y Mariano terminó viviendo el instante.


Noviembre 2009

jueves, 29 de octubre de 2009

El Amenazado

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas,
la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,
los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Jorge Luis Borges

domingo, 18 de octubre de 2009

Impactante reflexión moderna

No fue sino mientras veía un capítulo de los Simuladores llamado "El Debilitador Social" cuándo escuche este monólogo de uno de sus protagonistas, Mario Santos (Luis D'elia) sobre la década de los noventa en nuestro país. Un discurso muy bien logrado que expresaba en menos de un minuto la indignación del personaje, como de algunos de nosotros espero, sobre el modernismo, sobre una tecnología que cada vez nos quita nuestra escencia humana, fomenta la estupidez y sobre todo, es un oprobio a la naturaleza y a la humanidad.
Admito que ya lo había escuchado reiteradamente dicho discurso en las muchas ocasiones en las que ví ese capítulo. Pero esta vez fue diferente: esta vez por algún extraño motivo que se aproxima a una ira fría, a una sucitada rabia, decidí grabar el monólogo y escribirlo aquí ya que en Internet parece no estar (luego, con frustación contemplé que ya existía un único y hasta ahora irrepetible ejemplar escrito). En Youtube también se puede ver el extracto del episodio, para ahorrarles tiempo, les dejo el link al video pues aquí según se ( y si no es así perdonen mi pavorosa ignorancia) no puedo publicar el video de dicha página.

El mejor monólogo de la ficción argentina

Debajo de esta línea, una transcripción de mi humilde autoría:

"La década del 90: la nueva década infame. Fueron los años en los que el mal gusto invadió la nación; los shopping center, los teléfonos celulares, las 4x4, los mega gimnasios, las camas solares, las cirugias plasticas, la ilusión de felicidad depositada en lo mas efímero que tiene el hombre: su cuerpo. Mujeres monstruosas caminando por la vía pública, grandes carteles de publicidad agrediendo el diseño urbano de nuestra ciudad, hombres cuya única preocupación pasa por si sus nalgas estan ergidas o no... ¡Dios mío! Confieso que a veces he temido el advenimiento de un nuevo diluvio"

Mario Santos, Los Simuladores (Guión: Damián Szifron)

viernes, 16 de octubre de 2009

La Balada de Maldon

Una lápida del norte de Inglaterra representa, con torpe ejecución, un grupo de guerreros nortumbrios. Uno blande una espada rota; todos han arrojado sus escudos; su señor ha muerto en la derrota y ellos avanzan para hacerse matar, porque el honor les obliga a acompañarlo. La balada de Maldon guarda memoria de un episodio análogo. Se trata de un fragmento; los invasores noruegos piden tributo a los sajones; el jefe sajón, que comanda unas improvisadas milicias, responde que lo pagarán con sus viejas espadas. Un río separa a las dos huestes; el jefe de los sajones permite que lo atraviesen los vikings, «los hombres de las naves a la tierra, en alto los escudos». El duro combate se entabla; los «lobos de la matanza», los vikings, apremian a los sajones; el capitán sajón, herido de muerte, agradece a Dios con su último aliento todas las dichas que ha tenido en el mundo. Lo matan y uno de sus hombres, que es un anciano, dice: «Cuanto menor sea nuestra fuerza, más animoso debe ser nuestro corazón. Aquí yace nuestro señor, hecho pedazos, el que más valía, en el polvo. Quien quiera retirarse de este juego, se lamentará para siempre. Mis años ya son muchos y me quedaré a descansar; junto a mi señor, a quien quiero tanto.» Uno de los sajones, Godric, ha huido cobardemente, en el caballo de su señor. El fragmento concluye con la mención de la muerte de otro Godric, «ese no era el Godric que huyó».
La balada de Maldon, como las venideras sagas escandinavas, abunda en pormenores circunstanciales, sin duda históricos. En el principio se habla de un joven, que ha salido a cazar; al oír el llamado del jefe, «dejó que de su mano el querido halcón volara al bosque y entró en la batalla». Dada la dureza épica del poema, la frase «el querido halcón» nos conmueve singularmente.
El carácter homérico de la balada ha sido justamente alabado. Legouis la compara con la Canción de Rolando, pero hace notar que Maldon tiene la desnuda severidad de la historia, y Rolando el prestigio de la leyenda. En el cantar sajón no hay arcángeles, pero también florece el coraje en medio de la derrota.


"Entonces comenzó Byrhtnoth a arengar a los hombres
Cabalgando les aconsejó, enseñó a sus guerreros
Cómo debían pararse y defender sus lugares
Les ordenó que sostuvieran bien sus escudos
con sus puños firmes y que no temieran.
Entonces cuando sus huestes estuvieron bien ordenadas
Byrhtnoth descansó entre sus hombres donde más le gustaba estar
Entre aquellos guerreros que él sabía más fieles"

Constancia: la segunda parte de la quinta línea exclama "y que no temieran"
Traducida a un remoto anglosajón, el de Beowulf, se entiende como "and ne and ne forhtedon na".

Unos guerreros despojados de toda armadura más que el irrevocable coraje, caminando por un destino conocido, una muerte que no es tan trémula. La frase "y que no temieran" no es en vano el epitafio de Borges, como el de todos nosotros. Por que la muerte es un cambio, una grandiosa revolución a la cual le precede una crisis, le procede una iluminación irreconocible por el mortal, aliada del inmortal.


Un tal capítulo 7 de Rayuela

Les dejo un gran capítulo de quien fue un grande, más que un escritor un maestro, pero un maestro particular, un maestro extraño, particular como solo él lo fue, dando perfecto ejemplo de lo irrepetible y lo único. He aquí Rayuela de Julio Cortázar.


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Sobre lo trivial y cotidiano

"Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que pueda imaginar tu filosofía"
Hamlet I;V; William Shakespeare


"Un río aumenta su caudal, una roca es movida por la invisible fuerza del viento y colocada en otro lugar, acaso nuevo e inexplorado para la fría e inerte roca...el nuevo crepúsculo marcaba inequívocamente el comienzo de un ciclo, el nacimiento del Sol, manantial de vida que nace en el alba y muere en el atardecer; es allí cuando las tinieblas dominan el orbe y se cierne sobre nosotros un espectáculo tenebroso y cotidiano, comienza la noche y consigo sus temores que se multiplican en las vastas y horribles ciudades colmadas del anónimo ser llamado ciudadano, columna vertebral de una frívola sociedad, que con ojos que no ven observan los hechos, con orejas que no escuchan son informados, que con una inteligencia mediocre memorizan un código, en vez de enriquecerse de sabiduría..."
Septiembre 2009

domingo, 4 de octubre de 2009

Un comienzo

Bueno mis amigos, sin más charla les presento este blog cuyo fin es -como ya habrán deducido- el de compartir intereses en común, aunque menos que el fomentar la cultura a través del entretenimiento de la Literatura en general (aunque abarcaremos otros temas).
A lo largo de este blog, con el tiempo les iré dejando poemas, cuentos, mitos y demás que puedan tejer una red en común, donde confluyan nuestros divertimentos e intereses y a la vez, enriquecernos colectivamente; acaso arquetipo de sabiduría.
Sin más, dejó este poema de Jorge Luis Borges titulado El Poema de Los Dones (1), dentro de El hacedor (1960).

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.



He aquí el comienzo de un esplendoroso cosmos.

(1)
Al hacer click en el nombre del poema, se encontrarán escuchándolo en Youtube por el propio maestro, así pienso hacer con la mayoría de posteos de esta índole que haga.